el baño carnal

En este baño, Echeverri se dedicó a celebrar a la carne, entendida como el cuerpo, sus partes y el uso que se le da. El primer paso para honrar a la carne es quitarse la ropa: de ahí que haya varios muñecos desnudos, especialmente en inmediaciones de la ducha. Sobre el piso y las repisas podemos ver partes de cuerpo que lo celebran como un organismo, es decir, un amasijo de pedazos de carne que funcionan juntos; huesos en el piso de la ducha, el torso de un maniquí, dentaduras de plástico, cráneos de vidrio, penes con gatillos, penes con bigote, la cabeza de Cristo, una teta de cerámica y una cabeza de cerámica que en cambio de cerebro tiene tierra. Del color de la carne, un rosado rojizo intenso, son esos y otros tantos objetos, como las persianas, las langostas de plástico, la toalla y una matera. La celebración se extiende a las formas de cuidar la carne; bien con jabones y menjurjes de toda índole, que aquí están repartidos entre el resto de los objetos, o con medicinas y vendajes que se guardan en un botiquín. Los procedimientos estéticos, que usan la carne como un material en bruto, están insinuados en una fotografía que cuelga en un rincón junto a la ventana, en la que vemos la cara de Echeverri grotescamente estirada y moldeada por cintas plásticas; no es casualidad que la serie de la que hace parte la imagen (Scotched del 2017) haya sido producida por Echeverri durante una residencia en Corea del Sur, un país considerado la meca global de las cirugías plásticas. Para hablar de dos formas de ver el cuerpo, reflejado e insinuado, Echeverri aprovechó algunos elementos preexistentes a los que añadió otros. Del cuerpo reflejado se encargan dos espejos, uno enorme en el que Mickey Mouse, Andy Warhol y nosotros mismos nos vemos, y otro en el que la cara de la Mona Lisa reemplaza nuestra imagen. Al cuerpo insinuado lo vemos a través de la pared de bloques de vidrio, a los que Echeverri adicionó la cortina de la ducha; se trata de una imagen en igual medida imprecisa y sugerente, como lo muestra la fotografía colgada junto a la regadera. Aquí llegamos a la dimensión erótica de la carne, que, por supuesto, también está presente. En la intimidad del baño se puede dejar atrás el closet para promover la homosexualidad, como se lee en el aviso pegado en el espejo. Batman y Robin, Bert y Ernie y Bob Esponja, figuras sobre cuya posible homosexualidad siempre se ha especulado, pueden ser una sola carne por un rato o, si así lo quieren, por mucho más tiempo, como lo insinúan los dos relojes sobre el espejo (un homenaje a la obra Perfect Lovers, de Félix González-Torres). Como en otros espacios de la casa, las plantas han sido elegidas para reverberar con el tema asignado; en este caso, un filodendro de hojas grandes y un helecho voluminoso insinúan sutilmente las exuberancias de la carne.

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In this bathroom, Echeverri focused on celebrating the flesh, understood as the body, its parts, and the use made of it. The first step to honor the flesh is to take off one’s clothes: hence, there are several naked dolls, especially in the vicinity of the shower. On the floor and shelves we can see body parts that celebrate it as an organism, that is, a jumble of pieces of flesh that work together; bones on the shower floor, the torso of a mannequin, plastic dentures, glass skulls, penises with triggers, penises with mustaches, the head of Christ, a ceramic tit, and a ceramic head that instead of a brain has dirt in it. Flesh-colored, a deep reddish pink, are these and many other objects, such as the blinds, the plastic lobsters, the towel, and a flowerpot. The celebration extends to the ways of caring for the flesh; either with soaps and concoctions of all kinds, which here are distributed among the rest of the objects, or with medicines and bandages that are kept in a medicine cabinet. The aesthetic procedures, which use flesh as a raw material, are insinuated in a photograph hanging in a corner next to the window, in which we see Echeverri’s face grotesquely stretched and molded by plastic tapes; it is no coincidence that the series of which the image is part (Scotched, from 2017) was produced by Echeverri during a residency in South Korea, a country considered the global mecca of plastic surgeries. To talk about two ways of seeing the body, reflected, and insinuated, Echeverri took advantage of some pre-existing elements to which he added others. Two mirrors take care of the reflected body, an enormous one in which Mickey Mouse, Andy Warhol, and we see ourselves, and another in which the face of the Mona Lisa replaces our image. We see the insinuated body through the glass block wall, to which Echeverri added the shower curtain; it is an image that is equally imprecise and suggestive, as shown in the photograph hanging next to the shower. Here we come to the erotic dimension of the flesh, which, of course, is also present. In the intimacy of the bathroom, the closet can be left behind to promote homosexuality, as we read in the sign pasted on the mirror. Batman and Robin, Bert and Ernie, and SpongeBob, figures about whose possible homosexuality has always been speculated, can be one flesh for a while or, if they want, for much longer, as the two clocks over the mirror insinuate (a tribute to the work Perfect Lovers, by Félix González-Torres). As in other spaces in the house, the plants have been chosen to reverberate with the assigned theme; in this case, a large-leafed philodendron and a voluminous fern subtly insinuate the exuberances of the flesh.

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