la galería del tiempo
En el diseño original del apartamento, este espacio cumplía la función de comedor; por eso lo atraviesa la circulación hacia la cocina, sin un muro que lo encierre. Esa condición de paso, dinámica e inestable, se reflejó en la diversidad de usos que acogió (fue oficina, “cuarto del chiquero” y showroom) y en el tema que Echeverri le asignó después de algunos años, el tiempo. Aunque la posición de algunos objetos ha cambiado desde su fallecimiento, los tres elementos que tematizan el espacio siguen en el lugar que él los dejó. El primero es el mueble de la abuela, un viejo tocador de madera con espejo, que contrasta con el resto de los muebles de fibra de vidrio y que sirve como testimonio del pasado familiar. El segundo es el exhibidor giratorio del que cuelgan todo tipo de mercancías, souvenires y juguetes en sus empaques originales sin abrir, acumulados a lo largo del tiempo como sedimentos eternamente nuevos, expectantes de ser usados en el futuro. El tercer elemento, el gran protagonista de esta galería, es la línea del tiempo colgada y pegada sobre el muro, que acompaña el recorrido hacia la cocina. Su origen se remonta a los días de pandemia, cuando el encierro obligatorio y las reflexiones forzadas llevaron a Echeverri a reconstruir cronológicamente su trayectoria artística a partir de pequeños fragmentos, reproducciones a pequeña escala de sus obras contextualizadas con imágenes de músicos, películas y referentes importantes de cada momento de su vida. Aunque la línea inicia con algunos elementos alusivos a su nacimiento e infancia, los marcadores del paso del tiempo son las fotografías de pasaporte, la primera de 1995 y la última de 2020, de las que se proyectan líneas imaginarias dentro de las cuales se ubican las obras y videos producidos en cada año. Es interesante notar cómo en esta línea del tiempo hay una inversión de papeles: Echeverri, acostumbrado a ser el agente acumulador, asume la tarea de separar, ordenar y dar sentido cronológico a la marea de imágenes que arrastra la fuerza imbatible del tiempo.
In the original design of the apartment, this space served as a dining room; that is why the circulation to the kitchen crosses it, without a wall to enclose it. This dynamic and unstable condition of passage was reflected in the diversity of uses it received (it was an office, a junk room, and a showroom) and in the theme that Echeverri assigned to it after a few years, time. Although the position of some objects has changed since his death, the three elements that thematize the space remain where he left them. The first is the grandmother’s piece of furniture, an old wooden dresser with mirror, which contrasts with the rest of the fiberglass furniture and serves as a testament to the family’s past. The second is the revolving shelf from which hang all kinds of merchandise, souvenirs, and toys in their original unopened packaging, accumulated over time like eternally new sediments, waiting to be used in the future. The third element, the great protagonist of this gallery, is the timeline hung and pasted on the wall, that accompanies the path to the kitchen. Its origin goes back to the days of pandemic, when mandatory confinement and forced reflections led Echeverri to chronologically reconstruct his artistic trajectory from small fragments, small-scale reproductions of his works contextualized with images of musicians, films, and important references of each moment of his life. Although the line begins with some elements alluding to his birth and childhood, the markers of the passing of time are the passport photographs, the first one from 1995 and the last one from 2020, from which imaginary lines are projected within which the works and videos produced in each year are placed. It is interesting to note how in this timeline there is a reversal of roles: Echeverri, accustomed to being the hoarding agent, takes on the task of separating, ordering, and giving chronological sense to the tide of images swept along by the unbeatable force of time.
